China y la Reconfiguración del Orden Mundial: América Latina y Venezuela en el Tablero Multipolar

Por Guyén Soto.-

Resumen

Analizar el ascenso de China como actor central en la reconfiguración del orden mundial y evaluar sus implicaciones estratégicas para América Latina, con énfasis en Venezuela, desde una perspectiva geopolítica crítica y con orientación hacia la formulación de una política exterior soberana y basada en la cooperación y la complementariedad.

La Reconfiguración del Orden Global: Declive Hegemónico y Ascenso Chino

La transición hacia un orden mundial multipolar constituye uno de los fenómenos más trascendentales de las primeras décadas del siglo XXI. Esta transformación se manifiesta en el progresivo agotamiento del modelo hegemónico liberal occidental —centrado en la supremacía de Estados Unidos y sus aliados— y en el ascenso de nuevas potencias, particularmente China, que impulsan visiones alternativas de gobernanza global.

Desde el fin de la Guerra Fría, el mundo ha sido estructurado por un orden internacional unipolar, caracterizado por la dominación política, económica y militar de Occidente, institucionalizada a través de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la OTAN y las Naciones Unidas. Este orden ha promovido una lógica neoliberal de apertura comercial, desregulación de mercados y preeminencia del capital financiero, legitimada bajo el discurso de los «valores universales» de la democracia liberal y el libre mercado. Sin embargo, este modelo comenzó a evidenciar fracturas internas y externas tras la crisis financiera global de 2008, el estancamiento económico de las potencias tradicionales, y la creciente insatisfacción de las economías emergentes con las reglas del juego impuestas por el EEUU y sus aliados.

En este contexto de desorden global, la República Popular China emerge no solo como potencia económica y tecnológica, sino como un actor que disputa el contenido normativo y estructural del orden mundial. A diferencia de la lógica hegemónica occidental basada en la coerción y la condicionalidad, China ha desplegado una estrategia de inserción pacífica, cooperación Sur-Sur, no injerencia y defensa del principio de soberanía. Este enfoque se plasma en propuestas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), la Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad y el impulso de nuevos mecanismos financieros como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS.

Más allá de una simple expansión económica, el ascenso chino tiene implicaciones profundas sobre el sistema internacional. La apuesta de Beijing no se reduce a reemplazar a Estados Unidos como potencia hegemónica, sino a contribuir a la configuración de un orden multipolar, donde existan múltiples centros de poder, civilizatorios, económicos y políticos. Esta visión se basa en un multilateralismo inclusivo, pluralismo civilizatorio y rechazo a los esquemas unilaterales impuestos por la arquitectura de poder post Segunda Guerra Mundial.

Para comprender la magnitud de este viraje geopolítico, es necesario adoptar un enfoque sistémico que considere las tensiones estructurales entre el centro y la periferia, el rol de los actores emergentes en la redistribución del poder global, y los dilemas estratégicos que enfrentan los Estados en desarrollo. En este nuevo tablero mundial, la geopolítica del conocimiento también juega un rol clave: se trata no solo de disputar recursos o territorios, sino de definir qué modelos de desarrollo, qué principios éticos y qué formas de cooperación prevalecerán en el siglo XXI.

En resumen, el mundo transita hacia una configuración post-hegemónica, aún inestable y en disputa, en la que China representa una alternativa civilizatoria que desafía el monopolio occidental de la modernidad. Este fenómeno no implica una ruptura abrupta, sino una transición gradual, conflictiva y multidimensional que redefine las posibilidades estratégicas de países históricamente subordinados, como los de América Latina y el Caribe.

América Latina en el Nuevo Tablero Geopolítico: Entre la Periferia y el Reposicionamiento

Históricamente ubicada en la periferia del sistema internacional, América Latina y el Caribe (ALC) han sido objeto de dinámicas de subordinación económica, dependencia tecnológica y dominación político-cultural. La región ha estado tradicionalmente anclada a la órbita de influencia de Estados Unidos, a través de tratados comerciales asimétricos, mecanismos de intervención directa e indirecta, y estructuras financieras condicionadas al paradigma neoliberal que imponían la subordinación política y económica como condición de “ayuda”. Sin embargo, la irrupción de China como actor global reconfigura las posibilidades estratégicas de ALC y abre una ventana para su reposicionamiento dentro de un sistema internacional en transformación.

Durante las últimas dos décadas, China ha incrementado exponencialmente su presencia en la región, pasando de ser un socio comercial marginal a convertirse en el primer o segundo socio de muchas economías latinoamericanas. Esta expansión no se limita al comercio de bienes, sino que incluye inversiones en infraestructura, minería, energía, telecomunicaciones y finanzas. A diferencia de las relaciones tradicionales con Estados Unidos o Europa, la relación con China se ha caracterizado por la ausencia de condicionalidades políticas explícitas, lo que ha sido interpretado por muchos gobiernos como una alternativa pragmática y soberana.

Sin embargo, esta dinámica no está exenta de tensiones ni contradicciones. Si bien la cooperación con China ha permitido a varios países diversificar mercados, obtener financiamiento no condicionado y desarrollar megaproyectos estratégicos, también hay que tener cuidado con ciertas estructuras de dependencia, como la primarización de las exportaciones o el endeudamiento sin planificación estructural. En este sentido, el desafío central para ALC no radica en sustituir una dependencia (con Washington) por otra (con Beijing), sino en construir una política exterior autónoma, basada en el interés nacional, la integración regional y una estrategia de desarrollo propia.

La CELAC ha buscado consolidarse como plataforma de diálogo político con China mediante foros bilaterales de alto nivel, aunque su eficacia aún es limitada debido a las fracturas internas entre gobiernos de orientación ideológica diversa, el ascenso de gobiernos de derecha ha torpedeado el avance en diversas materias de interés común. La propuesta china de la “Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad” ha sido acogida con interés, pero no ha sido traducida, en la mayoría de los casos, en una doctrina de política exterior clara por parte de los países latinoamericanos, igual sucede con la iniciativa BRI que, tres de las economías mas importantes de la región, como lo son Brasil, México y Colombia no la han suscrito.

En este nuevo contexto, la región se encuentra ante una encrucijada: puede reafirmar su papel histórico como proveedor de materias primas y receptor de capital extranjero, o bien avanzar hacia una inserción internacional más estratégica, orientada a la diversificación productiva, la innovación tecnológica y la integración autónoma. China puede ser un aliado clave en este proceso, pero el rumbo dependerá de la capacidad política de los gobiernos latinoamericanos para negociar desde una posición de soberanía, inteligencia geoeconómica y visión regional compartida.

La emergencia de un orden multipolar ofrece a América Latina una oportunidad histórica para redefinir su rol en el sistema mundial. Aprovecharla requiere más que voluntad política: exige la construcción de una arquitectura regional que combine institucionalidad sólida, alianzas estratégicas no subordinadas y una narrativa que coloque al Sur Global como sujeto activo de la transformación global.

Venezuela frente a la Bifurcación Histórica: Entre Oportunidad Geoestratégica y Desafío Soberano

Venezuela se encuentra en un punto de inflexión geopolítica sin precedentes. La conjunción entre el declive del orden liberal occidental, el ascenso de China y la consolidación de un mundo multipolar ha generado una reconfiguración de oportunidades y amenazas para un país que, tras más de una década de sanciones, bloqueos y crisis estructurales, busca redefinir su inserción internacional. En este escenario, la relación con China se ha transformado de un vínculo periférico en los años noventa a una alianza estratégica con implicaciones multidimensionales.

Desde el inicio del siglo XXI, y particularmente durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Caracas ha buscado diversificar su política exterior como estrategia de resistencia al cerco financiero y político liderado por Estados Unidos y la Unión Europea. En ese marco, China ha emergido como un socio clave en materia energética, tecnológica, financiera y diplomática. A través de mecanismos como el Fondo Conjunto Chino-Venezolano, inversiones en infraestructura y acuerdos de cooperación científica y militar, Venezuela ha logrado superar, parcialmente, el aislamiento al que occidente pretendió someterla.

No obstante, esta relación, aunque fundamental, requiere un planteamiento estratégico. La inserción venezolana en el nuevo orden multipolar no puede estar basada exclusivamente en la dependencia de financiamiento o en la exportación de materias primas. Es necesario avanzar hacia una alianza con China que tenga como ejes:

  • La transferencia tecnológica orientada a la reindustrialización, agregando valor a los recursos que tiene el país.
  • El desarrollo de capacidades científico-técnicas endógenas, y
  • La integración con otras iniciativas multilaterales del Sur Global (BRICS+, CELAC, UNASUR, ALBA).

La invitación de Venezuela al grupo BRICS+ representa un parteaguas en este proceso. Se abre la posibilidad de acceder a nuevas fuentes de financiamiento soberano, intercambios científicos, cooperación sur-sur avanzada y, sobre todo, participar en la redefinición de las reglas globales.

Asimismo, debe evitarse caer en un «dependencismo reconfigurado» en el cual China sustituya a Estados Unidos como centro hegemónico. La relación debe estar guiada por el principio de complementariedad estratégica, no de subordinación. En este sentido, es fundamental reforzar las capacidades institucionales y técnicas para negociar, regular y evaluar las alianzas con potencias emergentes de manera soberana, responsable y eficiente.

La reconfiguración del orden mundial abre una ventana de oportunidad histórica para Venezuela. Pero esa oportunidad solo podrá ser capitalizada desde una posición activa en la arquitectura global emergente desde la Diplomacia Bolivariana de Paz. Esto implica construir consensos internos sobre los intereses nacionales de largo plazo y generar una narrativa que vincule el desarrollo nacional con los procesos de transformación global del Sur.

En definitiva, Venezuela no está condenada a ser satélite de ninguna potencia. Su ubicación geográfica, sus recursos naturales, su capital humano y su experiencia histórica en liderar procesos de emancipación e iniciativas de integración regional le otorgan un potencial estratégico invaluable.

Conclusión Estratégica

América Latina, y Venezuela en particular, enfrentan una bifurcación histórica. Pueden mantenerse en una lógica periférica, o bien convertirse en actores activos del orden emergente. Aprovechar el ascenso de China como oportunidad exige claridad estratégica, políticas públicas eficientes y una diplomacia con capacidad negociadora. La multipolaridad no es una garantía de justicia global, pero sí una ventana para reconfigurar la soberanía en clave de desarrollo.

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Guyén Saúl Soto es profesor de Posgrado en Gerencia Estratégica de la Universidad Arturo Michelena e Investigador en materia de Nuevo Modelo Económico de Intersaber, Centro de Pensamiento.

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