Manantial común

Alexander Torres Iriarte

La biografía sintetiza una existencia que bien vale la pena ser contada. Más allá de la sumatoria cronológica de peripecias de un sujeto determinado, resalta cómo el actor principal no puede ser descontextualizado de los imperativos de su época, sin ser necesariamente un reflejo automático de la misma.

De tal manera que al evaluar el ciclo vital de nuestros próceres podemos afirmar que sus acciones fueron coetáneas, continentales y auténticamente revolucionarias. Esta reflexión nos la incita la huella de Miguel de Santa María.

Cuando revisamos el legado de este veracruzano nacido en 1789 y muerto en Madrid en 1837, nuestra mira traspasa los compartimientos estancos, muy propios de las historias nacionales usualmente desvinculadas. 

Es mucho lo que se le debe a este mexicano, que fungió como ministro plenipotenciario de Colombia, la grande; que fue suscritor del Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre México y Colombia; y que, además, fue ministro plenipotenciario de México, agilizando el reconocimiento de su patria más nunca colonia española.

Como algunos de sus contemporáneos fue testigo de excepción de la invasión napoleónica a la península ibérica en 1808, en cuya contienda decidió no participar. Fue adepto de la Constitución de Cádiz de 1812, y por ende, enemigo de la pretensión absolutista de Fernando VII, hecho que le costó su encarcelamiento. Después de conseguir fugarse del cautiverio realista se movilizaría a Estados Unidos, país en el cual conocería al joven Francisco Xavier Mina, importante personaje a quien financiaría su proyecto emancipador de Nueva España.

Pese a su intención de llegar a su lar nativo, la situación adversa forzó a Santa María a arribar a Jamaica. Sería en esta ventajosa colonia inglesa donde se reuniría con el Libertador. Tal fue su valor que terminaría siendo secretario del almirantazgo y miembro del Congreso Constituyente de 1821, respectivamente.

En México la Independencia era un hecho. El Plan de Iguala sería el vehículo expedito para el rompimiento con la metrópoli hispana. Por el papel desempeñado, de sincero patriotismo y por razones estratégicas, Simón Bolívar lo designaría representante de la unión colombiana, como ya referimos.

Por el curso que tomaron los acontecimientos, la proclamación de Agustín de Iturbide como Emperador de México, Santa María marcaría distancia del nuevo régimen, produciéndose así su expulsión del país norteño.

No obstante, Santa María se mantendría activo en tierra veracruzana, bregando por la instauración de un sistema francamente republicano.

Un asunto no del todo esclarecido en su biografía fue su presunta participación directa en el Plan de Casa Mata, acción liderada por Guadalupe Victoria el 1 de febrero de 1823, que finiquitaría la fugaz monarquía de Iturbide.

Después de algunas responsabilidades políticas y burocráticas se trasladaría a Estados Unidos y a Europa, residiendo en Francia por corto tiempo. Con algunas disparidades terminaría sus días como diplomático, académico, asesor político, traductor y escritor.

Miguel de Santa María, partidario de la creación de una Confederación de Estados Hispanoamericanos, es símbolo de la causa común y de la solidaridad internacional que deben estar presentes en la defensa de la autodeterminación de nuestros pueblos ante cualquier intervencionismo imperialista.

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