Clavijero

Alexander Torres Iriarte

Los procesos históricos son complejos. Sesgos y limitaciones interpretativas, muchas veces reducen la mirada del escrutador.

Comenzamos así para hacer referencia a una fecha tan candente como es la del 12 de octubre 1492, el día de la Resistencia Indígena; efeméride que nos parece, sin negar su avance conceptual, de necesaria revisión, como nos han emplazado algunos historiadores muy calificados.

Pero nuestro exhorto viene por otra polémica vía, la de una vieja dicotomía entre el juzgar o el comprender.

Sin rodeos: ¿Los representantes de la iglesia católica en la época colonial, sin desconocer su lavado cerebral al indígena y a las demás castas, jugaron, también, un papel edificante para la emancipación espiritual de nuestra gente? ¿Hubo estrellas en la noche oscura? Porque si bien los invasores hispanos impusieron la cruz y la espada, con el correr de los años, del mismo cáliz y misal emergerían, con sus excepciones por su supuesto, algunas ideas luminosas de liberación.

Pongamos por caso la figura de Francisco Javier Clavijero, para redundar en esta proposición.

Clavijero, nacido en Veracruz el 6 de septiembre de 1731, es ejemplo de los que decimos: un religioso ilustrado que con los imperativos culturales de su hora lucharía a favor de los explotados. 

Era de un hogar amante del saber y bastante estimulante en el aprendizaje de los idiomas.

De tal modo que el habla náhuatl, lengua imprescindible para decodificar la cosmovisión de los primeros habitantes de Nueva España, estaba cotidianamente en su ambiente social.

Desde joven Clavijero abrazaría la Compañía de Jesús. Pese a reinar en su clima de opinión la filosofía aristotélica, soporte de la teología de la conquista, marcaría distancia de esta ideología para la sumisión, comulgando con las corrientes modernas y revolucionarias de su momento.

Entre la capital del virreinato, Puebla, Morelia y Guadalajara Clavijero haría un rico magisterio en pro de los indoriginarios, hasta qué, por ser parte de la orden de San Ignacio de Loyola, fuera expulsado del país en 1767.

Las autoridades decían que todo clérigo estaba para “callar y obedecer y no para discurrir ni opinar en los altos asuntos del gobierno.” Muchas fueron sus obras, siendo la más destacada la Historia Antigua de México.

Es interesante su apología de la racionalidad indígena, echando por tierra el supremacismo naturalista de reputados filósofos europeos, quienes mal ponían la cultura autóctona. Convencido estaba Clavijero de que las “almas son en lo radical como las de los demás hombres, y están dotados de las mismas facultades”. Los argumentos de Cornelius de Pauw, Georges Louis Leclerc, entre otros, especies de sembradores del sentimiento de inferioridad americano, hallaron en el pensador novohispano una objeción de gran densidad teórica difícil de refutar.  

Así, encontraros en Clavijero un memorioso de vanguardia, un  impulsor de la educación indígena, un pionero de la enseñanza de la ciencia en México, todo un antecedente de la visión descolonizadora y antieurocéntrica de nuestra historia, que nos aleja del maniqueísmo simplón a la hora de evaluar los valores cristianos en nuestro devenir como pueblo. 

En Italia, Bolonia, Francisco Javier Clavijero haría su destino, allí lo alcanzaría la muerte el 2 de abril de 1787.

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