El puñal oculto

Alexander Torres Iriarte

Dos palabras susurran entre el dolor y la rabia en los labios nuestroamericanos, estas voces son “paradoja” y “traición”. La primera, por lo absurdo, por el hecho insólito de contradecir todo sentido común, toda dimensión lógica, desembocando en parodia y en tragedia. Y la segunda, por su sinonimia de deslealtad, de mal agradecimiento y de alevosía. En la visión dantesca los traidores están condenados al noveno círculo del infierno; no era candela los que le tocaba a los felones, sino hielo. Estaban confinados a la ronda antenora, por aquello de la historia troyana: uno que se hace pasar por sincero y valiéndose de la confianza de sus cercanos, termina metiendo en casa al enemigo acérrimo.

Ahora la brújula marca lamentablemente al vecino amado. Pero como de Clío se aprende algo, creemos positivo rememorar la vida de José Ignacio Abreu y Lima, para refrendar siempre la idea de que hay otro Brasil, heroico y consecuente con las causas nobles de los pueblos que combaten por el respeto a sus soberanías.

Abreu y Lima fue un excelente militar, además de político y escritor brasilero, nacido en Recife, el 6 de abril de 1794. La ejecución de su padre por su participación en la Revolución Pernambucana, hizo que, a un poco más de su veintena de años, huyera a los Estados Unidos en defensa propia. Sería el influjo de nuestra guerra liberadora lo que lo haría llegar un día al puerto de La Guaira, a cerrar fila por la opción emancipadora. En 1818 era admitido por el Libertador en Angostura.

Su admiración por Simón Bolívar desde entonces fue proverbial, destacándose en importantes tareas estratégicas para la ruptura definitiva con el colonialismo español. Su huella imborrable quedaría entre los redactores del Correo del Orinoco. También su figura descollaría en la campaña de Apure, en el páramo de Pisba, y en importantes batallas como la de Gámeza, Pantano de Vargas, Boyacá, Carabobo y la del Lago de Maracaibo, respectivamente.

Asimismo, Abreu y Lima fungirían como mediador entre las desavenencias de Francisco de Paula Santander y José Antonio Páez, al calor de la crisis grancolombiana de hace dos siglos.

Si algo caracterizó a Abreu y Lima fue su fidelidad al majadero inmortal, hecho que le granjeó el odio de los hostiles al Hombre de las dificultades. Ganado en todo momento por la unidad redentora, estaría al lado de Antonio José de Sucre, bregando por el “equilibrio del Universo”. Luego de su expulsión de Nueva Granada viajaría nuevamente a Norteamérica y después a Europa, regresando al poco tiempo a la tierra que lo vio germinar. 

Con algunas prisiones en su haber terminaría sus días luchando por el socialismo utópico como posible vía para el gigante sudamericano. Así concluiría su ciclo vital invicto en su Pernambuco, el 8 de marzo de 1869, el bien llamado “General de las masas”, “El héroe de las dos Américas”.

Al evaluar la actuación de Abreu y Lima y al compararlo con su paisano, ese que vetó inopinadamente la inclusión de nuestro país en los Brics -cuyo nombre omitiremos-, nos llega el eco del Libertador cuando afirmara que “el traidor no es confiable en ningún bando, la lealtad es admirada hasta por el enemigo”.

Otra vez los arcanos del tiempo dirán quién será tristemente recordado. Igualmente nuestra Patria vencerá, porque es bien sabido que, quien se mete con Venezuela se seca.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *