Astro

Alexander Torres Iriarte

Este sinaloense de noble cuna, nacido el 18 de noviembre de 1917, es símbolo no solo del país norteño, sino de toda Nuestra América. Si bien su figura estuvo alta en la época dorada del cine mexicano, su vigencia sigue siendo impresionante.

Acertadamente dijo Carlos Monsiváis sobre el astro inolvidable, que “Pedro Infante aprendió a actuar viéndose en la pantalla. La cámara fue su universidad de arte dramático. Construyó sus personajes sobre la sinceridad, entraba en catársis y se convertía en ellos, por eso sigue convenciendo a las nuevas generaciones”.

Con el apoyo irrestricto de su esposa María Luisa León Rosas, -habían contraído nupcias el 19 de junio de 1939- el humilde carpintero ya residenciado en Ciudad de México, por su disciplina y talento inigualables, triunfaría indiscutiblemente. Sería el director Ismael Rodríguez quien lo conduciría al acimut de la pantalla grande.

Su pasión, además de la música, sería la aviación, hecho que a la larga le acarrearía un aciago desenlace, que raya en la leyenda. Dos accidentes aéreos previos a su fin trágico ya parecían presagiar su partida: uno, en su estado natal, ciertamente leve, y otro, en Michoacán, mucho más grave, por el cual debió ser intervenido quirúrgicamente, por tal motivo se le implantaría una placa de platino en una parte del cráneo. Se dice que esta eventualidad lo obligó a usar peluquín.

Pedro Infante tendría una vida sentimental bastante dispersa y algo conflictiva. En 1949 establecería una relación amorosa con Irma Dorantes, casándose ilegalmente el 10 de marzo de 1953 con la actriz quinceañera; matrimonio que sería anulado cuatro años después, luego de una extensa querella legal. 

Con muchas películas en su haber como “A toda máquina”, “El gavilán pollero”, “Nosotros los pobres,” “Angelitos negros”, “Ahí viene Martín Corona”, “Los hijos de María Morales”, “Dos tipos de cuidado”, “Escuela de vagabundos” y “Ansiedad” -por mencionar arbitrariamente algunos de sus trabajos más recordados-, alcanzaría una importante cantidad de seguidores, público siempre fiel a sus más de sesenta filmes y a sus más de cuatrocientas canciones. Entre estos admiradores estuvo el pueblo venezolano, por su puesto.

Pedro Infante estaría en Venezuela en tres ocasiones. Su primera visita sería el 17 de noviembre de 1948. En la nación sudamericana permanecería un poco más de dos meses, pese al golpe de Estado contra Rómulo Gallegos. Su segunda llegada ocurriría el 7 diciembre de 1956. Víctor Saume lo recibiría en su afamado “Show de las 12”. Tendría presencia en varios estados del país.

Fue esta vez que se supo de un incidente sufrido por el muchacho de Mazatlán con un fanático faltón. El mismo Pedro Infante lo contaría con su jocosidad característica: “Estoy firmando unos discos. Cuando salí y tropecé en la calle con ese elemento. Me jaló de los cabellos y se puso a tirarme con todas sus fuerzas durante un buen rato ¿tú qué hubieras hecho? Cosquillas, desde luego que no. Le solté un revés. ¿Resultado? un ojo hinchado. A eso le llamo ‘ojo por pelo’”.

Su tercera y última venida a Venezuela sucedería el 23 de enero de 1957. El 15 de abril siguiente se estrellaría su avión en Mérida, Yucatán. Contaba con 39 años de edad aquel artista carismático, amado por todos por su profesionalismo, pero también por su humildad y su buen corazón.

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