Por: Irama La Rosa
“…Pero mientras tanto, a medida que cuidamos, también necesitamos ser escuchado(a)s y cuidado(a)s. Y es que ha llegado el momento de que las personas que cuidan dejen de ser «invisibles» y alcen con fuerza la voz. Podrán señalarnos con el dedo, ignorarnos e incluso derribarnos, pero nos levantaremos tantas veces como haga falta. Porque cuidar a otra persona no es un trabajo de segunda ni ningún deshonor. Al contrario. Cuidar es demostrar tener una capacidad humana sobrenatural; una capacidad al nivel de grandes personalidades de la historia como pudieron ser Mahatma Gandhi o la misma Madre Teresa de Calcuta. Y es que debemos de saber que nosotros(a)s -las cuidadoras y cuidadores- somos los que, en estos tiempos tan revueltos de grandes crisis, todavía mantenemos la esperanza de que el humanismo y los sentimientos hacia nuestros semejantes siguen vivos.” En: brujulacuidador.com
El título provocador de este artículo, responde a la necesidad de desarrollar estrategias para transformar masculinidades patriarcales construidas alrededor de estereotipos de género que maltratan a las mujeres, al someterlas a tareas interminables en el hogar, los cuidados de seres vulnerables y cuidados comunitarios, que progresivamente dañan su salud mental y física, al restarles oportunidades para su empoderamiento integral.
En ese contexto, es importante conceptualizar los cuidados para comprender las dimensiones de un problema histórico que explica cómo esta injusta división sexual del trabajo, afecta de manera exponencial la vida de las mujeres con mandatos patriarcales de subordinación por pertenencia a su género, que le impiden su autocuidado y desarrollo personal.
En tal sentido, los cuidados se entienden como un conjunto de actividades que sostienen la vida en todas sus dimensiones, los cuales históricamente se han invisibilizado y relegado al ámbito privado, recayendo de manera desproporcionada sobre las mujeres. Pueden clasificarse de la siguiente manera:
- Cuidados directos referido a los cuidados de personas dependientes como hijos, adultas mayores, personas enfermas y con discapacidad.
- Cuidados Indirectos que incluyen las tareas de lavar, planchar, limpiar, cocinar y realizar todo tipo de trabajos domésticos.
- Cuidados comunitarios, que implica la responsabilidad que cumplen las mujeres en el cuidado colectivo y bienestar de sus comunidades a través de la gestión de programas y proyectos sociales que generalmente se hace de manera voluntaria o con muy baja remuneración.
El tiempo de dedicación a estas tareas en las mujeres comparado al tiempo que los hombres dedican a estas tareas es mucho mayor. En América Latina y El Caribe (ALC), se calcula que las mujeres dedican el triple de tiempo que los hombres a las tareas de cuidado no remuneradas. Esta desigual distribución del trabajo de cuidados no solo restringe la capacidad de las mujeres para generar ingresos propios, dedicar tiempo al autocuidado, al esparcimiento y a otras actividades esenciales para su autonomía, sino que también contribuye a mantener ciclos de pobreza y exclusión.
Las feministas y movimientos de mujeres siempre plantearon esta injusta distribución de los cuidados y su falta de reconocimiento económico, de allí que surgieran no sólo teorías de economía feminista que calculaban el aporte de estas tareas en el Producto Interno Bruto (PIB), sino que ha inspirado activismos sociales como las “Huelgas de los Cuidados” a partir de la pregunta: ¿Qué pasaría si un día las mujeres no trabajan en tareas domésticas, de cuidados familiares y comunitarios?
Las feministas incluso han realizado cálculos sobre el valor en el mercado de esos trabajos no remunerados, es decir: ¿cuánto cuesta un planchado de un número X de piezas de ropa ¿cuánto cuesta dedicarse a lavar la ropa de toda una familia? ¿Cuánto sería el precio de limpieza de una casa y cocinar tres comidas al día? ¿Cuánto cobran por cuidar niños o adultas mayores? ¿Cuánto cuesta cuidar a un enfermo terminal o a una persona con discapacidad? ¿Cuánto cuesta ejecutar proyectos comunitarios que generan alto retorno en inversión social? etc. etc. Y quizá la pregunta crucial en el tema de autocuidados: ¿Cuánto vale la vida de una mujer en riesgo de enfermar de cáncer u otra enfermedad catastrófica por no tener tiempo para cuidar su propia salud?
El año 2023 en la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe organizada por la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) realizada del 7 al 9 de noviembre en Buenos Aires, Argentina, el tema principal fue «La sociedad del cuidado: horizonte para una recuperación sostenible con igualdad de género”. Este tema surgió precisamente durante la pandemia por COVID-19 cuando se intensificó la sobrecarga de cuidados en las mujeres, dejando en evidencia la urgencia de transformar la organización social del cuidado, reconociendo su valor económico, social y político.
Entre otros desafíos para nuestros países en ALC, se planteó crear sistemas de cuidados para la vida como sistemas de apoyo para que las mujeres puedan empoderarse económicamente, puedan estudiar, trabajar, recrearse y autocuidarse sin estar atadas a los cuidados no remunerados, lo cual supone un cambio educativo donde se generen políticas que fomenten la corresponsabilidad de varios actores: los varones del hogar y de las comunidades; el Estado y el sector privado, en pocas palabras: políticas enmarcadas en desfamiliarizar y desfeminizar los cuidados para que sean tareas realmente compartidas y no exclusivas de las mujeres.
En ese contexto, existen varias propuestas que surgen para articular experiencias dentro de esos sistemas de cuidados para la vida. Entre las más destacadas: territorializar las políticas públicas de cuidados a través del concepto Ciudades Feministas de inclusión y cuidados, que desde una filosofía des-colonial y emancipadora, propone habilitar infraestructuras, equipamientos y servicios urbanos para el bienestar de las mujeres y de los grupos más vulnerables.
En esas ciudades existen guarderías a tiempo completo con servicios de calidad para la atención de la primera infancia, escuelas de tiempo completo con comedores y actividades extracurriculares para actividades deportivas, recreativas, ecoanimalistas e histórico-culturales de los saberes ancestrales y del conocimiento científico con enfoque de género para niñas, niños y jóvenes de varias edades, guarderías y servicios recreativos para la adultez mayor y personas dependientes por diversidad funcional limitante.
Son ciudades que reconocen los derechos humanos y las identidades ancestrales de mujeres indígenas y afros, sí como la diversidad LGBTIq+, son ciudades que cuidan el planeta cuidando su fauna y a sus árboles de la destrucción depredadora del capitalismo salvaje, ciudades donde las personas con cualquier tipo de discapacidad (física o motora, sensorial, intelectual y múltiple) cuentan con transporte e infraestructuras adecuadas. Ciudades inclusivas con espacios públicos para la recreación cotidiana, con baños públicos accesibles y limpios que cuentan con espacios de salud nutricional y de prevención de enfermedades crónicas. Ciudades con lugares donde las madres que amamantan puedan ejercer la ternura de la lactancia sin acosos ni censuras; donde las niñas y niños puedan jugar con seguridad en las calles y espacios públicos para alejarlos de las plataformas digitales y donde las y los adultos mayores puedan desplegar su creatividad y saberes para compartirlos en libertad.
Una ciudad de cuidados, es una ciudad que desde el feminismo comunal posee una infraestructura completa con suficientes equipamientos y servicios para las mujeres trabajadoras y mujeres de hogares monoparentales, para que ellas cuenten con apoyos de cuidados y especialmente de autocuidados, que permitan preservar su salud física y mental a través de plataformas que le ofrezcan actividades de descanso y respiro ante las tareas cotidianas.
También son ciudades donde las instituciones y sector privado aportan con salas de lactancia, extensión de licencias parentales, construcción o pago de guarderías, refugios, atención veterinaria y fitosanitaria gratuita o a bajo costo para preservar la vida, construcción de casas de abuelos y remuneración de ayudantes de cuidados para mujeres solas que realizan cuidados a tiempo completo en sus hogares o en hospitales. Son ciudades que si poseen recintos penitenciarios, desarrollan en ellos programas de salud mental, deporte, cariñoterapia con animales de compañía, guarderías, proyectos productivos, agricultura urbana, textiles y arte.
Ante ese sueño la pregunta que nos hacemos es ¿Realmente existe la posibilidad de crear esas ciudades feministas y de cuidados, sobre todo en ALC? Pues es un rotundo SI, por lo menos existen espacios vitrina sustentados en experiencias concretas de gobernanza feminista que así lo demuestran.
No cabe duda por ejemplo, que el éxito electoral de la Presidenta de México Claudia Sheinbaum, fue precisamente que impulsó políticas por y para las mujeres en Ciudad de México mientras fue Jefa de Gobierno, entre otras el reconocimiento de espacios urbanos para las mujeres indígenas, paridad e igualdad de género en la participación política y estímulo en proyectos de vida de niñas para su empoderamiento integral.
Del mismo modo, es importante mencionar la experiencia de su compañera del partido MORENA Clara Brugrada -actual Jefa de Gobierno de Ciudad de México- cuando fue Alcaldesa de Iztapalapa y desarrollo el proyecto “Utopías Libertad”, que ganó el Premio Global de Shanghái para el Desarrollo Sostenible en las Ciudades como experiencia de urbanismo social para los cuidados de las mujeres, las juventudes, niñas, niños, abuela(o)s, personas en vulnerabilidad por diversidad funcional y seres sintientes de la fauna urbana. Actualmente la Jefa de Gobierno desarrolla este programa social para crear 100 territorios utopías en toda la Ciudad de México como modelo de ciudad de los cuidados.
Otro ejemplo digno de mencionar es el de las manzanas de cuidados en Bogotá que consiste en la habilitación de casas y buses de cuidados cercanos a los territorios con mayor vulnerabilidad social por pobreza y exclusión, donde las mujeres cuidadoras cuentan con apoyo de cuidados para sus seres queridos, con la finalidad de que ellas puedan realizar actividades para su autodesarrollo en estudios y formación para el trabajo, así como actividades de autocuidado para descansar, cuidar su salud mental, ejercitarse y tener respiro con servicios domésticos como lavandería y comedor. Otro de los proyectos que se destaca dentro de las manzanas de cuidados en Bogota, es la escuela de educación para masculinidades transformadoras, el cual consiste en enseñar y practicar con los varones desde su más temprana infancia, los cuidados directos, indirectos y comunitarios que requieren sus familias para ejercer la corresponsabilidad.
En Venezuela tenemos gran potencial para el desarrollo de estos proyectos de ciudades feministas para cuidar a quienes cuidan porque contamos con un Sistema Integral de Protección Social que son las Misiones Sociales y Grandes Misiones, que requiere tejer adecuadamente las distintas experiencias (Simoncitos, Casas de Abuelos, Barrio Adentro, Escuelas Bolivarianas, operativos para las mujeres de la Gran Misión Venezuela Mujer, Parto Humanizado, entre otros) e integrarse territorialmente como ocurre con las Bases de Misiones, para prestar distintos servicios de cuidados cercanos a las mujeres, donde la educación y formación comunitaria sea el eje articulador para crear los sistemas de cuidados para la vida.
Allí precisamente llegamos al punto focal de lo que puede ser una transformación profunda para una sociedad de los cuidados orientada a la recuperación de los autocuidados que el patriarcado y el capitalismo depredador nos quitó, que es justamente una educación que desmantele los estereotipos de género, cambie nuestros propios prejuicios en torno a cuáles son los roles de las mujeres y estimule la necesidad de conocer el concepto de sororidad para entre-ayudarnos y sensibilizarnos para los cuidados del planeta, fomentando otros modelos de masculinidad en nuestros hijos varones, así como otros modelos de empoderamiento en las niñas que les permita desarrollar todo su potencial de solidaridad con proyectos de vida en las ciencias, oficios y saberes no tradicionales, para construir las ciudades feministas y el otro mundo posible, igualitario, antifascista y de cuidados que potencie nuestra apuesta por una mejor humanidad.
