Noble gente

Alexander Torres Iriarte

El 24 de noviembre de 1948 sonaron los sables. Un hecho de facto derrocaba de la Presidencia de la República a Rómulo Gallegos. El sectarismo adeco, el personalismo de Rómulo Betancourt, los intereses petroleros estadounidenses, entre otros factores, coadyuvaron a la caída del primer mandatario elegido por voto popular, directo y secreto. El ilustre literato era aventado al exilio, Cuba primero y luego México, sería el destino del Maestro depuesto. Era su segundo ostracismo. La calle Toledo 4, de cara al edificio del Seguro Social, se convertiría en su nuevo domicilio en plena capital del país norteño.

 Su compañera de vida, Teotiste Arocha, caería en cama. El bálsamo de Cuernavaca no podía detener lo indecible. Moría el 7 de septiembre de 1950. Su paisano, Andrés Eloy Blanco, le haría recordar que “la patria está muy lejos (…) Ya no queda no más la que escribiste; en tus libros su olor y su cadencia, su azul remoto en tu camino triste, su rumbo y su paisaje en tu conciencia, lo demás es tu pálida Teotiste, la mitad gloria y la mitad ausencia”.

Por buenas gestiones del gobernador de Michoacán, Gallegos fue a reposar unos meses en “el jardín de Nueva España”. Era el verano de 1952. Una morada silvestre en las Lomas de Santa María, hoy colonia Vista Bella, le serviría de refugio. Tendría algunas mudanzas dentro del estado occidental. “La rosada Morelia, graciosa y serena” le robaría su atención. En Michoacán fungiría como docente en la prestigiosa Universidad de San Nicolás de Hidalgo. Sus clases de literatura eran fascinantes. También firmaría artículos para la revista Taller. Su huella igualmente la dejaría en la fundación de la Facultad Popular de Bellas Artes.

Su grata y provechosa estadía en México, pese a ausencia física de su amada, lo volcaría al mundo académico y a la creación literaria. Innumerables conferencias y la escritura de otra obra atenuaron su sentida perdida. El autor de Doña Bárbara tendría como contertulios a escritores y creadores mexicanos, -Diego Rivera y Frida Kahlo, por ejemplo- relación de admiración y respeto mutuo, además de entusiasmo por los proyectos comunes. Asimismo, sembraría amistad con sus homólogos, los exilados políticos de entonces.

Su novela mexicana sería La brasa en el pico del cuervo, posteriormente llamada Tierra bajo los pies, escrita en 1952, cuyo centro temático giraría en torno a la problemática social y a la Reforma Agraria de la nación de Benito Juárez. En su obra postrera reiteraba la tesis civilización versus barbarie, esta vez en la realidad mexicana. En los dominios de Michoacán transcurriría la historia. Pese que el diario venezolano El Nacional, en su página de arte, fechada el sábado 3 de mayo de 1958, titulaba que “ya está en prensa la novela mexicana de Rómulo Gallegos”, responsabilidad que recaía en el prestigioso Fondo de Cultura Económica, la misma obra vería la luz en 1971. No estaba el narrador en este plano.

Rómulo Gallegos volvería por última vez a lar lindo y querido el 14 de agosto de 1961. Ya había escrito al presidente Adolfo Ruiz Cortines años atrás, cerrando 1958: “En mi espíritu, de una manera especial nunca se extinguiría el amor y la estimación que México me enseñó a poner en su hermosa tierra y en su noble gente”. Era la actitud de hombre agradecido con un pueblo amable que jamás olvidó.

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