Debemos aclarar que una cosa significa el término “comienzo” y otro el término “origen”, aunque la sinonimia muchas veces nos traicione. Parafraseando al filósofo alemán Karl Jaspers,

ALBAAlexander

Torres Iriarte

mientras que el “comienzo” refiere a una fecha concreta, acotada en el tiempo, a un año o un día, el “origen”, por su parte, alude a la fuente, a lo múltiple, a lo de difícil determinación. Visto así, podemos decir que la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos o ALBA-TCP (en ocasiones denominada extraoficialmente por su nombre inicial Alianza Bolivariana para América o ALBA) “comenzó” hace 20 años, como una plataforma internacional necesaria por el imperativo de la hora y la coyuntura externa. Fue el presidente Hugo Chávez Frías -acompañado de su homólogo Fidel Castro- el padre de la criatura, que vio este recurso como mecanismo efectivo contra la pobreza y la exclusión social que sufrían -como espada de Damocles- los países hermanos de esta región. El lugar del “comienzo” fue la ciudad de La Habana, Cuba, el 14 de diciembre de 2004. Ese arranque dio paso a un plan distinto, basado en la colaboración y complementación entre ciertos pueblos latinoamericanos y caribeños, como una expresión justa y necesaria contra la avanzada neoliberal hambreadora que representaba en su momento el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovida por Estados Unidos de Norteamérica. Rememoremos al Comandante Eterno denunciado lo destructivo del ALCA, que debía ser sometido a un “referéndum popular” en toda Nuestra América. Así estaban las bases echadas para la Alternativa Bolivariana para las Américas, que despegaba durante la III Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), que se celebraba en la isla de Margarita, Venezuela, entre los días 11 y 12 de diciembre de 2001. Tomaban quijotescamente un camino Cuba, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Ecuador, Antigua y Barbuda, Dominica, San Vicente y Granadinas, y por supuesto, Venezuela. Después se sumarían San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y Surinam. El ALBA encarna un modelo humanístico que busca la protección de la autonomía e identidad latinoamericanas; la integración energética, comunicacional y militar del subcontinente; y la defensa de los intereses y de las soberanías nacionales. Si bien el ALBA se cimienta en la creación de herramientas cooperativas entre las diferentes naciones asociadas para remediar las asimetrías entre esos países privilegiando los Tratados de Comercio de los Pueblos, el neoliberalismo de ayer y hoy, niega disimuladamente la igualdad, el bien común, el diálogo subregional, todos instrumentos esenciales para salir adelante a las naciones más pobres. Los programas sociales del ALBA han alfabetizado a millones de personas, han reducido la mortalidad infantil y han formado miles de médicos comunitarios. Entre otros importantes logros. En su alocución en la ciudad del Mar de la Plata, en Argentina, en noviembre de 2005, Chávez era muy diáfano: “nuestra idea, nuestra propuesta: el ALBA, Alternativa Bolivariana para los pueblos de América. Es nuestro proyecto, es el proyecto de 200 años…” Allí está su “origen”, de histórica vigencia en pleno bicentenario de la batalla de Ayacucho, por la lucha de nuestra existencia, por nuestra definitiva independencia de toda acción imperialista.

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