SOBRE LA ONTOLOGÍA VENEZOLANA

Por Franklin González

“Este es un pueblo que da batalla sin tener armas, que triunfa con los reveses, que en los desastres se organiza, que el terror lo exalta, que la clemencia fingida o real lo indigna, con quien no hay medio ni esperanza que tuerza o adultere su propósito, porque no cree, porque no quiere, porque no se presta a nada que no sea el triunfo de la revolución tal como él la quiere: Absoluta y Radical» (Juan Crisóstomo Falcón. Proclama fechada en Agua Clara 1861).

Lexicográficamente se dice que la ontología, también conocida como metafísica general, es una rama de la filosofía que se ocupa de estudiar lo que existe y las relaciones entre los entes. 

Es una palabra que proviene del griego y que se desglosa de dos términos como οντος, (ontos), cuyo significado es “ser” o “ente”, y λóγος, (logos), que quiere decir “estudio”, “discurso”, “ciencia” o también “teoría”. En conjunto ambos términos significan “el estudio del ser”.

En estas reflexiones haremos una aproximación a los que podríamos denominar la ontología venezolana, esto es, de su ser y de sus propiedades trascendentales.

Por supuesto, como practicante del “intercambio de saberes”, todo sometido al escrutinio de los lectores.

Aspectos que nos identifican

Venezuela es un país ubicado en el norte del sur de América Latina, con recursos inmensos muy apetecidos por las potencias del momento. Con flora y fauna de lo más diverso, con un clima envidiable. Aquí, se encuentran playas, bosques, ríos, llanura, sabana, existe la nieve, tiene médanos, zonas de mucho calor y otras de frío.

Venezuela tiene un pueblo lleno de mucho optimismo y que no se rinde jamás ante la adversidad, por muy dura que ella sea.

Por eso, los venezolanos y venezolanas somos echadores de bromas, somos alegres. De allí que se diga que existe una población que hace de su ontología la máxima de Francisco de Miranda «bochinche, bochinche», jodedora hasta más no poder, con gente de los más nobles sentimientos, que celebra, con chistes, la despedida física de un familiar o de un amigo (a), que es capaz de hacer ordenadamente una cola para jugar al azar pensando que la figura de un animal (perro, gato, burro, vaca, elefante, jirafa, etc.) lo puede «sacar de abajo», o también respetar la cola a la hora de adquirir bebidas espirituosas.

Aquí, se desarrolla la diversidad cultural súper variada en todos los géneros del arte, la pintura, teatro, danza, música, cultores, artes plásticas y culturas en general. Además, es integradora, democrática y sublime. La cultura es el saber creador de nuestro pueblo, es la epistemología manifiesta a favor del prójimo sin fines lucrativos.

Somos un pueblo sabio que quiere ser reconocido en su diversidad étnica y cultural, en su anhelo de vivir en una sociedad más igualitaria, honesta y en su derecho a la autodeterminación de nuestro destino.

En cada familia es posible conseguir un médico, aunque no tenga título universitario; también un curandero e, incluso, hasta un santero o brujo puede aparecer de vez en cuando. La mezcla de colores de piel genera catires, mulatas, negros y «pan de leche». Somos un país multiétnico.

Nos gusta la arepa, las hallacas, el béisbol y nos identificamos con la Vinotinto. Al escuchar el himno nacional, todos y todas nos sentimos provocados a no quedarnos callados. En este país, se «bate el cobre», se baila guaguancó, la salsa, el merengue, la música llanera, el tamunangue, el bolero, el pegadito, el hip hop, el pop y para usted de contar.

Aquí, una de las palabras más usada es chévere, que tiene muchas lecturas, y la despedida se hace en tres idiomas: Okey, chao y hasta luego y el movimiento de la ceja y de la boca envían mensajes a los interlocutores, sin necesidad de utilizar la palabra.

Somos, parafraseando Antonio Guzmán Blanco, como una especie de cuero seco, que, si nos pisan, por un lado, por el otro nos levantamos, buscando el horizonte de una sociedad, donde al fin podamos caber todos y todas, con justicia y dignidad.

Somos como la corriente de un río que siempre se mueve hasta que se enfrenta al mar, una y otra vez. No importan que las élites dominantes nos pongan diques para contenernos, no importa que los populistas, los engañadores de todas las horas, intenten desviar nuestro curso.

Es un bello país, donde se puede encontrar una suerte de comportamientos apolíneos (del Dios Apolo, representando la forma y orden), combinados con dionisíacos (del Dios Dionisio como impulso creador); de muchos contrastes, naturales y sociales.

Es Tierra de Gracia, donde nacieron, entre otros, Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Francisco de Miranda y Hugo Chávez y ahora tenemos al beato José Gregorio Hernández.

Y aunque se diga lo contrario, somos un pueblo muy alegre y trabajador.

Nacionalistas, pero no chovinistas ni xenófobos.

Nos sentimos orgullosos de nuestra historia, de nuestro procerato civil y militar que, sin duda alguna, encabeza Simón Bolívar, el Libertador, e incluye, también, a miles de hombres y mujeres, incluso desde antes de nuestros libertadores.

Somos abiertos, nuestro país siempre ha sido aposento de ciudadanos de otras latitudes. Nunca arremete contra el otro, ni por su origen de nacionalidad ni por su color. Practicamos la otredad y la alteridad.

Somos nacionalistas porque defendemos nuestro terruño, pero somos bolivarianos y, por tanto, defendemos la «Patria Grandes» que son nuestros hermanos de América Latina y El Caribe. Y no lo decimos, solamente. Lo practicamos.

Veamos. El 21 de febrero de 1936, el presidente Eleazar anuncia el Programa de Febrero, donde plantea fomentar la inmigración y colonización del interior del país.

Luego, bajo el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, se profundiza la atracción de inmigrantes europeos, particularmente españoles, italianos y portugueses hacia la nación, a través de la política estatal de “puertas abiertas” y la promulgación la Ley de Naturalización (1955), que permitió la entrada de miles de extranjeros al país, motivado por dos razones fundamentales: una, el elevado crecimiento de la economía nacional determinado por los altos ingresos petroleros; dos, por la escasez de oportunidades en sus patrias de origen.

A partir de los años 70 del siglo pasado, a tierras venezolanas llegaron chilenos, argentinos y uruguayos tras la implantación de dictaduras militares en sus países, así como peruanos, ecuatorianos, dominicanos y colombianos en busca de oportunidades de trabajo cuando en sus países apretaba la situación económica.

Un pueblo levantisco

Somos el pueblo de todas las revueltas, rebeliones y revoluciones, porque nos negamos a ser homogenizados, porque no aceptamos que nos traten como eunucos mentales. Somos el pueblo de los libertadores y libertadoras de Suramérica, y cuando se nos somete, se nos desconoce o pretenden burlar nuestras luchas, somos un volcán en erupción.

Venezuela siempre ha sido tierra de Libertadores, de luchadores contra la opresión y por la libertad e independencia de los pueblos. Nuestra lucha por la independencia, por liberar a los pueblos del sur, laGuerra Federal, Guerra Larga o Guerra de los Cinco Años, muestran el talante del pueblo venezolano.

Cuando se nos quiso imponer el modelo neoliberal, “sin anestesia”, en 1989, hubo un pueblo en el mundo, aquel febrero de 1989, que se rebeló contra ese modelo. Ese pueblo, el 27 y 28 de febrero, puso al descubierto, su talante levantico, al no aguanta más que se le convocara a defender la “libertad y democracia” en nombre de su miseria.

Luego, el 4 de febrero del 1992, aparece el comandante Hugo Chávez, con la rebelión militar, donde reivindica esa lucha del pueblo venezolano y en memorable discurso en la redoma de Petare, el 27 de febrero de 2011, dirá lo siguiente: “Hay que decir que el 27 de febrero aceleró, fue un disparador, un catalizador, la rebelión del pueblo nos impulsó aún más a los militares patriotas y el 4 de febrero del 92, 3 años después nosotros salimos fue a responderle al pueblo mártir del 27 de febrero de 1989”.

Somos un pueblo agradecido.

Pero no somos perfectos

Tenemos que informar que no somos el pueblo perfecto; también tenemos nuestras debilidades y son propias y auténticas. Por ejemplo, nunca se comienza un acto público o privado a la hora y todo lo dejamos siempre para último momento.

Siempre buscamos un responsable externo a nuestras falla o faltas.

Todo lo dicho deben ser lecciones que nunca deben olvidarse, por el pasado, el presente y, sobre todo, el futuro.

Conclusiones

A nuestras virtudes y defectos hay que buscarle sus orígenes.

En todo caso, acudamos a los siguientes pensamientos.

Nuestro Libertador Simón Bolívar, en la Carta de Jamaica (1815), afirmará: “Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias”.

Y, luego, en 1819, en el Congreso de Angostura: “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte: que más bien es un compuesto de África y de América que una emancipación de Europa; pues que, hasta la España misma, deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado; el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y el europeo. Nacidos todos del seno de una misma Madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia”

Por su parte, Augusto Mijares en 1963, en Lo afirmativo venezolano, dirá: “Pero la verdad es que, aun en los peores momentos de nuestras crisis políticas, no se perdieron totalmente aquellos propósitos de honradez, abnegación, decoro ciudadano y sincero anhelo de trabajar para la patria. Aun en las épocas más funestas puede observarse cómo en el fondo del negro cuadro aparecen, bien en forma de rebeldía, bien convertidas en silencioso y empecinado trabajo, aquellas virtudes. Figuras siniestras o grotescas se agitan ante las candilejas y acaparan la atención pública; pero siempre un mártir, un héroe o un pensador iluminan el fondo y dejan para la posteridad su testimonio de bondad, de desinterés y de justicia”.

Franklin González es Sociólogo. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor Titular jubilado, ex director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV, Con dos postdoctorados. Profesor del Instituto de Altos Estudios Diplomático “Pedro Gual” del Ministerio del Poder Popular para la Relaciones Exteriores.Profesor del Instituto de Investigación y Postgrado de la Escuela Nacional de la Magistratura. Fue Embajador en Polonia, Uruguay y Grecia. Miembro editorial de la RevistaAmerika Latina y el Karibe. Director de Publicaciones de Intersaber y analista nacional e internacional.

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