Por: Franklin González
«La teoría crítica, a diferencia de la teoría de solución de problemas, no toma las instituciones y las relaciones sociales y de poder como dadas, sino que las pone en cuestión preguntándose si están en proceso de cambio y cómo. Está dirigida a la aprehensión del propio marco para la acción —o problemática—, que la teoría de solución de problemas acepta como sus parámetros» (Robert Cox).
A continuación, haremos unas reflexiones que, utilizando el pensamiento positivista, serían hipótesis para ser contrastadas con la realidad, a juicio de cada lector.
Ningún análisis e interpretación de conflicto alguno que tenga lugar en el mundo de hoy puede obviar la lucha tripolar por la hegemonía mundial que está en pleno desarrollo entre EEUU, quien se resiste, con todo su poder, a dejar de ser el que marque la pauta del mundo, y Rusia y China, que emergen con toda fuerza y pareciera que no hay obstáculo que impidan su «marcha triunfal».
La «trampa de Tucídides» (Graham Allison) parece resurgir al encontrarse una potencia hegemónica en declive y otras en ascenso y la tensión entre estas potencias puede conducirlas a una guerra hegemónica en la que la potencia, hasta ahora hegemónica, venza y asegure su primacía, o pierda y sea reemplazada por alguna de las potencias en ascenso.
Es evidente que Rusia y China están disputándole la hegemonía a la potencia actual, Estados Unidos, en numerosos ámbitos, incluyendo el económico, el militar, el tecnológico y el espacial. Ambas, además, se están convirtiéndose en aliadas.
Esos tres «países fuertes», tienen las siguientes características. El primero, Estados Unidos, con sus históricas ínfulas de superioridad, con su «Estado empresario» (José Saramago) o «Estado Profundo» (Noam Chomsky) y quien siempre ha utilizado, según el historiador Howard Zinn, en el texto Sobre la guerra, el consejo expuesto por Maquiavelo en El Príncipe: «emula al león y al zorro». El león usa la fuerza y el zorro el engaño, cuando la estrategia del engaño no funciona para convencer y lograr sus fines, se acude entonces a la fuerza.
Ese país, según el reconocido economista estadounidense, Jeffrey Sachs, es el «país de la guerra perpetua» y según, otro estadounidense, Morris Berman, siempre «necesita tener un enemigo».
Eso sería una expresión «modernizada» de la visión hobessiana (De Tomas Hobbes) de que: «el hombre es el lobo del hombre» o «el hombre es un lobo para el hombre» (Homo homini lupus).
Mientras tanto, los otros dos países (Rusia y China), se identifican más con la visión lockeana (De John Locke) o grociana (De Hugo Grocio) de respeto de las leyes e instituciones en las relaciones internacionales, al sostener que un estado natural no es un estado de anarquía y de guerra de todos contra todos, sino que sí es posible una situación de paz, de buena voluntad y de mutua asistencia entre iguales, donde la convivencia es ordenada por la ley natural. En definitiva, es mediante la razón que los hombres pueden llegar a conocer el conjunto de mandatos y de prescripciones que integran la ley natural. La libertad de los hombres en el estado de naturaleza no consiste en obrar según su antojo, sino en la capacidad que tiene cada uno de desarrollar su conducta acatando la ley natural.
De allí que estos países descarten, en primera instancia, el instrumento de la guerra; defienden la institucionalidad internacional, abogan por la solución pacífica de los conflictos y de la utilización del derecho público internacional y por eso insisten en la defensa de la Organización de las Naciones unidas, (ONU); no se oponen a que otras naciones sean independientes y soberanas, pero, se debe estar bien claro: defienden, por encima de cualquier otra consideración, sus intereses nacionales y en el terreno de las relaciones internacionales han venido haciendo uso de la ecuación: «diplomacia más comercio».
En este «juego» por la hegemonía, la Unión Europea (UE) no participa porque ha decidido ser comparsa de la política exterior gringa y eso es un elemento que genera mucha incertidumbre, sobre todo porque ni siquiera en el propio continente europeo ha decidido ser autónoma.
¿Una lucha ideológica?
En la era bipolar se desarrolló la «guerra fría» entre EEUU, como potencia hegemónica del capitalismo, y la Unión de Republica Socialistas Soviéticas (URSS), como potencia hegemónica del «socialismo realmente existente».
Esa «guerra fría» se convirtió muchas veces en «guerras calientes» en países que se encontraban en sus respectivas «áreas de influencia». Recordemos que, durante más de cuatro décadas, Estados Unidos y la Unión Soviética libraron múltiples guerras por delegación en todo el mundo. En la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam y otros conflictos armados, estos países financiaron bandos opuestos o lucharon directamente contra milicias comunistas o capitalistas. Ambos bandos financiaron revoluciones e insurgencias políticos en América Latina, África, Asia y Oriente Medio.
Estados Unidos y la Unión Soviética también compitieron para demostrar su dominio tecnológico en una carrera espacial que duró 20 años. La Unión Soviética fue la primera en lanzar en 1957 el Sputnik-1, el primer satélite artificial, mientras que Estados Unidos fue el primero en enviar un hombre a la luna en 1969.
Debe acotarse que esa confrontación este-oeste fue más allá de la política. También estuvo presente en el deporte, siendo los episodios más famosos los boicots en los Juegos Olímpicos, primero de Estados Unidos en Juegos Olímpicos de Moscú 80 y, cuatro años más tarde, de la URSS a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84.
Luego, a principios de la década de los noventa, se derrumbó la URRS y el «campo socialista». Estados Unidos se erigió como el gran ganador, pero se quedó sin enemigos.
Pero, por arte de birlibirloque, apareció otro enemigo. Así, entonces, el 11 de septiembre de 2001 se produjeron los ataques terroristas más dramáticos e impactantes de la historia, que captó la atención de los medios de comunicación de todo el mundo. Se informó que un grupo de 19 terroristas secuestraron 4 vuelos comerciales con cientos de pasajeros a bordo. Dos de estos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas, los dos edificios más altos de Nueva York, situados en la zona financiera de la ciudad; un tercer avión colisionó contra el Pentágono, la sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos, en Washington; y un cuarto acabó estrellándose en un campo a las afueras de Pittsburgh (Pensilvania), aunque su intención inicial era estrellarse contra el Capitolio, la sede del gobierno estadounidense.
En el conflicto actual de Europa del Este, existe ciertamente una disputa, una lucha, pero no es ideológica entre el capitalismo y socialismo. Se trata más bien de una disputa entre países y naciones que comparten, con grandes diferencias en el comportamiento internacional, el desiderátum del capital como el mejor modo de vida para los seres humano.
Lo que sí está claro es que en el fondo de ese conflicto está en juego el interés nacional entre Rusia, que reclaman que sus fronteras deben estar seguras, ha insistido en que no acepta la incorporación de Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se siente víctima de un cúmulo de sanciones azuzadas por Washington y una descomunal campaña estigmatizadora, calumniosa y xenófoba contra la dignidad de su pueblo, y el interés transnacional de EEUU, que convencido de constituir el «imperio sin fronteras» (Como lo llamó el francés Claude Julien) no sólo «defienden» las que se encuentra en su territorio, sino que se siente «elegido por la providencia» para «defender» las fronteras de todos sus aliados en cualquier rincón del mundo.
Como siempre, los gringos generan conflictos lejos de su territorio, para que otros pongan los muertos y la destrucción que dejan las guerras, mientras sus empresas, sobre todo la de los «perros de la guerra», amasen nuevas y jugosas ganancias
Tanto China como Rusia se desarrollan, como Estados Unidos, bajo la lógica del capital, no plantean un modelo económico alternativo (por ejemplo, el socialismo) y, como diría el filósofo francés Jacques Ranciére, «no están frente del capitalismo, sino que viven en su mundo».
En el caso de China, vale acotar, gobierna el partido comunista y ha enfrentado exitosamente la pobreza histórica de esa inmensa y milenaria nación, con logros impresionaste en los últimos años, pero hace uso de la globalización y de la máxima expresión del neoliberalismo en las relaciones internacionales, que lo representa la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Concluimos diciendo que el pragmatismo está «invadiendo» las relaciones internacionales.