Por Franklin González
«Las palabras pueden ser como rayos X si se usan apropiadamente: lo atraviesan todo» (Aldous Huxley).
Siempre se ha hablado de muchas muertes.
Por ejemplo, de la muerte de la historia en la versión de Hegel en La Fenomenología del Espíritu, que, con posterioridad, fue reinterpretado en el siglo XX, después de la caída de la Unión Soviética y del campo socialista, por Francis Fukuyama, que lo definió como término final de la historia, de los grandes relatos y quien habló del triunfo definitivo del capitalismo y su versión actualizada, el neoliberalismo.
Friedrich Nietzsche, hablará de la muerte de Dios, que simboliza el fin del cristianismo como base moral y espiritual de la cultura occidental. No solo se refiere a la religión, sino a cualquier creencia en ideales trascendentes que pretendan dar un sentido universal a la vida (como la igualdad, el progreso o el bien común).
Según Nietzsche, la razón ha creado ilusiones para calmar la angustia humana ante el caos de la existencia, construyendo conceptos como orden, verdad o justicia que no existen realmente, sino que son herramientas para sobrevivir.
Sobre la palabra
Las palabras son, sin duda, la mejor creación de la humanidad.
El premio Nobel de Literatura José Saramago decía que las palabras no eran ni inocentes ni impunes, por eso había que tener muchísimo cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos.
Con la palabra el ser humano ha hecho posible algunas de sus más bellas creaciones. Con ella se crearon los libros y, con ellos, las bibliotecas, una herramienta y un espacio de conocimiento insuperable.
Muchos aseguran que la palabra es la quintaesencia del ser humano; que constituye un campo infinito e inagotable en continua construcción.
De allí que, no se puede maltratar esta creación inigualable, dotada de un significado preciso. No debemos vaciar las palabras de su contenido y de su pureza.
Sobre la palabra también se han dicho:
«La palabra es la muerte de la cosa. (Es decir: con el símbolo queda anulado lo indefinido de algo real y luego con esa muerte de la cosa [de la cual la palabra es memoria] aparece el objeto sustituyéndola)» (Jacques Lacan).
«¡Palabras, palabras, todas palabras!» (William Shakespeare).
«La herramienta básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar las palabras» (Philip K. Dick).
«Hay más realidad en una imagen que en una palabra» (Joseph Campbell).
«Las Palabras no hacen más que ocultar la realidad» (Vicki Baum).
En definitiva, se sostiene que la palabra es un signo arbitrario, aunque vivimos en las palabras. También se dice que la palabra no representa la realidad. La palabra es la realidad.
En todo caso, en este mundo de guerras, de hipocresías, de maltrato, de genocidio, hace falta la palabra. Por esta razón, no podemos maltratar esta creación inigualable, dotada de un significado preciso
Los emojis o emoticones
Pero, resulta que, ahora, en esta era de las nuevas tecnologías, se está hablando con mucha insistencia de la «muerte» de la palabra.
Hoy en día se ha establecido un idioma mundial, con los llamados emojis o emoticones, que no son más que figuritas sin ningún tipo de fronteras, expresando y representando cualquier tipo de emociones o pensamientos a través de pequeñas imágenes.
Son una secuencia de caracteres del teclado que se utiliza para transmitir una emoción (la sonrisa, el guiño, el que expresa asombro o el sarcasmo y la tristeza o para enviar abrazos y besos).
Esas figuritas representan lo que la palabra ya no dice o no se puede o quiere decir. De allí que, todo sujeto (rico, pobre, negro, rubio, blanco, con acceso a la educación o no, hombre, mujer, homosexual, inmigrante o nativo), se convierte en un sujeto descentrado, esto es, sujeto en proceso, inmerso en una realidad no real sobre quien se imprimen efectos de realidad.
Estos emoticones/emojis se han convertido en el medio perfecto para la comunicación con personas de cualquier parte del mundo en la medida que traspasan fronteras idiomáticas, o, inclusive, con nuestros propios amigos/enemigo, cuando simplemente no existe la necesidad de escribir un montón de palabras para expresar algo que se indican con figuritas.
Por ejemplo, hoy es posible que un chino, que sólo habla mandarín, pueda enamorase de una venezolana, que sólo habla el castellano. Eso lo permiten los emojis o emoticones, esto es, figuritas que expresan sentimientos, sin necesidad de utilizar la palabra.
¨Por eso, hoy en día se habla, insistentemente, de la «muerte» de la palabra.
Amanecerá y veremos.